
En el mar de mi carne
una nueva tormenta asoma
sacudiendo con violencia
los sentidos del alma.
Las olas y el viento
de descontrolada pasión
amenazan con dar vuelta
la barca de mi corazón.
Aún así, Cristo, allí descansa
inmutable a la muerte
que en mi carne
grandes olas levanta.
Sin él no podría seguir
ni llegar a destino,
el temor y las dudas
me ahogarían sin esperanza.
Aunque en el mar de la carne
el alma sus sentidos sacuda
y la pasión descontrolada
no pueda calmar,
mi corazón estará seguro
libre de toda amenaza
esperando el momento
cuando Cristo declare bonanza.
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Confiar es poder.
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